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miércoles, 29 de enero de 2014

Antes de llegar pensaba mucho en como sería mi vida aquí, llegué a dibujar con mucha precisión mis espectativas. En mi forma de imaginar, algunas veces se me ocurrían escenas específicas relacionadas con alguna angustia personal, una de ellas: los dos besitos en las mejiillas que se dan los españoles al saludar (y conocer a alguien y despedirse).

Me iba a sentir rara dando besos a gente quien acabo de conocer, ya que en Santa Marta lo hacemos normalmente la segunda vez que vemos a la persona, si ésta atravesase nuestra franja de confianza suficiente para tal efecto. La primera vez que conocemos a alguien damos la mano y a las mujeres se nos enseña a dar la mano de forma delicada, sin  apretar la mano del otro (hay incluso algunas mujeres que dan la mano con la palma de la mano hacia abajo, tipo "monseñor"). Claro que iba a ser raro, pero lo que más me aterraba del tema es que fuesen dos besos! Que tal que se me olvidara que había un segundo beso y la persona a quien saludo hace el movimiento para darlo y yo aparto la cabeza pensando que es solo un beso y la otra persona pensase que lo rechazo o que tiene mal aliento? Momento kodak. A este tipo de pajas mentales me refiero. De tantas cosas por preocuparme antes de cambiar de vida y se me iban minutos enteros del día dándole vueltas a esto.
Dos besos... Y que tal si yo voy a dar los dos besos y resulta que esta persona es de "saludo de manos" y yo doy la embestida y me quedo en el aire, qué tan incómodo sería? -Éstas cavilaciones me hacen sentarme aquí a escribir un montón de ocurrencias y sensaciones que probablemente a nadie le importe y existen por el simple hecho de que necesito aferrarme a cosas concretas, puntuales, viscerales para no sentir que estoy flotando a la deriva en el espacio.-

Con los dos besitos me tropecé de entrada (como la mayoría de mis tropiezos de inmigrante).  Hubo varios momentos kodak en los que no me enteré de si me iban o no a dar besos y yo lancé mi mano como escudo protector dejando a quien saludaba con una embestida al aire y sin respuesta de un beso, acto seguido, mi poco efectivo y muy costeño "Anda! Verdá que aqui saludan con dos besos" previo a plantar dos besos tardíos y parvularios a las mejillas de la persona en cuestión.

No son sólo dos besos, hay besos breves y largos, en la mejilla y besos mejilla con mejilla; hay besos con roce de naríz (la Locura con Juancho Rois!), besos con contacto labios mejilla; e incluso besos comisura de labios con comisura labios! (Audaz!).  Como la fuerza empleada al apretar una mano, los besos tienen su lenguaje e intensidad y aún los sigo descifrando. Cuando saludamos con besos en Colombia, generalmente posamos la mejilla con la mejilla de la otra persona y damos un beso "al aire", es decir, no hay contacto labio-mejilla, pero nos aseguramos de que suene. Al parecer, aqui es mas honesto (real/ espontáneo) hacerlo del tipo labio-mejilla  y agarrando el cuello del otro (supongo que pa controlar que no termine siendo un beso-comisura y se preste a malos entendidos). Debo confesar que en muchos casos me sentí invadida y seguramente yo quedé como una total leididí  al lanzar mis besos señoriteros al estilo doña Pepi. 

Es una tontería, pero le pregunté a mi marido como sería la mejor manera de saludar en España a  conocidos, amigos y familiares y ensayamos toda una gama de tipos de besos que podría jurar que ni él había hecho consciente. Beso a beso (y muchas carcajadas de por medio), me mostró códigos de coqueteo (plantar un beso labio-mejilla prolongado a alguien a quien te presentan, por ejemplo) y grados de confianza con la otra perssona, basado en la duración y ubicación del beso. No confundir, los besos labio-mejilla pueden ser muy maternales también, así me besan mis cuñadas y mi suegra (aunque yo he dado mis besos "al aire" estilo doña Pepi, habré quedado como una idiota).

No quiero mostrarme como una leididí lanzando besos "al aire", soy de las que aprietan la mano después de todo! Tampoco quiero quedar como la bomba latina sensual (ajo!) buscando lo que no se le ha perdido. Sigo en mis cavilaciones de ascensor y me encuentro el otro día con mi suegro, que parece sacado de un  cuento (Heidy del campo, por ejemplo), es todo un papá Noel el hombre de lo buenote que es y va y me dá dos besos, al aire, sin sonido y apenas rozando su mejilla con la mía (como la doña de naríz mas respingada de Santa Marta, así mismo!) y me dejó loca, acababa de recibir un beso leididí? de mi suegro? Toda mi teoría, cavilaciones de ascensor y pajazos mentales al piso. Al final me decidí por los abrazos, algo prolongados, profundos y a ojos cerrados a los cercanos a mi corazón y el de mi familia y "besos leididí" a conocidos.  La mano? en los bolsillos para no olvidarme! (y porque hace frío).

(Sé que es un post ligero, pero no soy la única que se lo pregunta! Click aqui, los más estrictos aqui)








sábado, 18 de enero de 2014

Calefactor, caldera, brasero, calefacción, "calefa", abrigo, rasca, lumbre, brasero de picón, ascuas, chimenea, rebeca, jerséy, calcetines y medias. Mantas, cubrecama, franela, bufanda, lana. "Calentito", "A gustito". Neblina, lluvia y "mea mea". El gris y los azules. 
Ya no me gustan las mañanas, no las de invierno, con sus largos amaneceres después de las 8:00 a.m. y su piso frío Tampoco me gusta estar en la cama y tener que evitar sus confines helados, fuera del área que calienta mi cuerpo. Tener que ir corriendo al baño, encender el calefactor y después de la valiente incursión a la helada estancia fuera del lecho, volver a meterme en las cobijas por lo insoportable del frío no tiene presentación. En estos ires y venires se pasa por lo menos una hora antes del momento baño. 

El momento baño es otra cosa, el calefactor deja el baño calentito y listo para entrar a la ducha,con agua caliente y bajo la cual podría quedarme el día entero. Aquí usan jabón líquido para manos, para el cuerpo, otro para partes íntimas, cada uno con su olor y su densidad, yo no me apaño muy bien con esos jabones y prefiero seguir usando una barra de jabón como en Colombia. Shampoo, acondicionador y dibujitos en el espejo empañado con el vapor. El momento baño es mi momento. 

No ha sido fácil, el frío no suele ser un visitante agradable y menos para mí, que adoro madrugar y andar descalza por la casa, abrir la ventana y tomar del día lo bueno y fresco de la mañana. El frío me encierra, me atrapa y me deja metida en la cama más horas de las que puedo permitirme, más horas de las que realmente quiero estar acostada. Ya no me gustan las mañanas y tampoco andar descalza. 

Me gusta el medio día (que odiaba cuando vivía en Colombia por el letargo post-almuerzo, el sol inclemente y extremo calor) y me encanta todo lo que supone la puesta en escena de la comida, servida al rededor de las dos de la tarde, el primer plato, el segundo y el postre, la sobremesa en el brasero -un calefactor manual o eléctrico ubicado debajo de la mesa (generalmente redonda) cuyo calor es protegido debajo de manteles y faldillas donde los comensales/visitantes ubican sus pies y calientan sus almas-  hasta el cafetito de las 5.00 p.m. Si se logra escapar del brasero y su adormecedor calor, un paseo vespertino de cara al frío nos recuerda que estamos vivos.
Los abrazos son largos para pasar el calor; los "juntitos" y las sobremesas eternas al rededor de la lumbre y al calor del brasero. La siesta acompañándonos "a gustito" después de la comida y el café calentito de la tarde. De las mañanas, aunque suene contradictorio, el regreso debajo de las mantas a hacer cucharita, robándole horas al día en compañía de mi as de copas es un mágico y agridulce descubrimiento. Después de todo, creo que poco a poco, el frío invierno de Talavera me vá gustando. 

lunes, 13 de enero de 2014

Me gusta aquí. Todo se ve tan límpio y organizado, todo tiene una lógica y una razón de ser. Los carros (aquí les dicen coches) no pitan y el peatón tiene la prioridad al atravesar una calle! Todavía no me llego a acostumbrar a que un coche frene para que yo pase, crecí acostumbrada a que a mayor tamaño tenga el medio de transporte en el cual te movilizas mayor estatus tienes para moverte en el asfalto. Por supuesto mis días de bicicleta, buseta y mototaxi me relegaban al último eslabón de esta cadena.


Me gusta aquí. Hay aparcamientos (espacios de parqueo) subterráneos, las calles están limpias y las zonas de parqueo definidas, zonas de juegos para niños cada cuatro cuadras y lo mejor, las vías están acordonadas por un carril bici. Todo es señalizado y rigurosamente medido y controlado. Orden, lógica, razones y argumentos, los hay por montones. Todo esto debía tener un precio y poco después de llegar le pusimos una cifra.

Pocos días después de llegar a España empezamos los trámites de legalización de mi residencia en este país, para lo cual debíamos viajar a Toledo, la capital de la provincia donde vivimos, en Castilla la Mancha. Como mi hermano, quien vive en Alemania, estaba en España de visita, aprovechamos hacer de este pequeño viaje tramitológico una visita turística a la bella ciudad. Luego de dar varias vueltas en las infinitas rotondas de Toledo, con apuro y temor al retraso, encontramos la oficina de extranjería y aparcamos frente a la entrada, nos hacían falta un par de fotocopias y al salir a por ellas, mi hermano nos avisó que en lugar de nuestro coche había una pegatina pegada en el suelo que ponía un número telefónico. Los de tránsito se habían llevado nuestro coche a tan solo 10 o 15 minutos de haberlo aparcado en un sitio prohibido; no lo notamos, pero el espacio era un sitio de carga y descarga.

Todavía no entiendo muy bien lo que significa "Carga y descarga" pero se supone que es un espacio destinado a coches que transportan cosas o son usados para prestar servicios. Nosotros ocupamos ese espacio sin haber visto el letrero que advertía su naturaleza. Es increíble como a solo 15 minutos de haber aparcado, nuestro coche había sido llevado sin compasión alguna a los patios; es aún más increíble que, en el momento de aparcar, llegase justo simultáneamente con nosotros una furgoneta a bajar una caja y no nos haya avisado nada, tampoco me podía creer que nadie dijese nada al respecto y todo esto haya ocurrido en el mas limpio, ordenado y controlado silencio. 

Yo me imagino la escena en la samaria: llega el policía, pregunta de quien es el vehículo, nadie responde y entonces, se empieza a amontonar gente alrededor, y antes de llegar la grúa, llega un bacán que va hasta la sala de espera de la oficina y te dice "Hey! de quien es ese carro? pilas que se lo lleva la policía!!", y si el carro se lo han llevado, seguramente podrías llegar a un acuerdo con el tipo encargado de los aparcamientos donde los ubican, diciéndole algo como "Mira, es que somos nuevos aquí y estamos recién llegados al país, mira que viajamos con una niña y nos somos de esta ciudad..etc etc etc"... También es cierto que habría que arreglar el asunto pasando alguna plata, pero no el total y esa plata no iría a las arcas gubernamentales, sino probablemente a una caja de frías de la tienda del barrio. Siendo descaradamente honestos, esto en la samaria no pasa, entre otras cosas porque la policía de tránsito esta ocupada, demasiado ocupada requisando mototaxis y las políticas de aparcamiento solo afectan algunas calles y en temporada de turismo.


Extraño la bulla de la buseta, la impertinencia del ayudante del conductor pidiéndote que te subas (aunque esa no sea la ruta que necesitas), la pitadera y el semáforo que casi nunca sirve y cuando sirve, casi nunca se respeta; el man que se monta a vender bolita y la señora que pelea con el conductor. Las calcomanías, la champeta a tope y los colores. La moto que se atraviesa y las "regateadas" entre buseticas en las horas pico. Extraño todo eso y más cuando aquí el orden cuesta 135 pavos. 




El segundo vuelo en dirección Madrid salía de Medellín, Antioquia. Luego de varias horas esperando nuestro abordaje y a la luz de una última cena en Colombia mis ánimos se fueron transformando de la angustia y el llanto por dejar atrás lo conocido, a la excitación por conocer lo tantas veces esperado. El aeropuerto se transformó en un gran patio de juegos y junto a mis hijas y un carrito de maletas matamos las horas hasta llegar a nuestro vuelo. 

Cuando entramos a la zona de embarque al vuelo internacional revisaron nuestro equipaje de mano, a las niñas, nos hicieron quitar nuestro calzado y revisaron a la bebé con un aparato. Me pareció excesivo. El frío iba en aumento, la temperatura media de Medellín es de unos 20 grados pero para nuestra piel, acostumbrada a no menos de 29 grados, era hora de ponerse el abrigo. Esperamos un poco más y casi sin notarlo, siguiendo la inercia lenta y controlada de las filas de embarque, nos ubicamos en el avión en los asientos asignados. -Este será un largo viaje- pensé.

Afortunadamente para mi bebé y para la tranquilidad de los demás pasajeros sigo dando pecho. Esto la mantuvo tranquila la mayor parte del viaje y con la teta en la boca durmió plácida casi todo el trayecto. Mi espalda sufrió los peores tratos, las sillas eran supremamente incómodas y demasiado rectas para conciliar el sueño; mi morena contó con suerte, junto a su asiento el puesto estaba vacío lo cual le permitió acostarse en los dos descansos de las sillas y dormir a sus anchas cuando el cansancio la venció con todo y su entusiasmo. 

La aplicación del dispositivo de los asientos de avianca me mantuvo informada, fuera del avión había una temperatura de -57 grados centígrados, también mostraba cuantas horas minutos y segundos faltaban para llegar y un mapa que enseñaba por dónde iba el avión, la mayoria del tiempo, volando sobre el Atlantico. Se asoma el sol y algunas ventanas empiezan a abrirse dejando entrar la luz en el compartimento, nubes y luz y de repente tierra, amarilla, seca y plana tierra. Tito me mira y dice que faltan minutos para aterrizar con una sonrisa en los labios, en mi mente solo está la imagen de la tierra amarilla y lejana. 

"Llegamos! chicas, llegamos! Esperemos que la gente salga con tranquilidad, nosotros no tenemos afán" Salimos lentamente del avión, atravezando un túnel transparente hacia un pasillo de paredes de cristal donde se asoma una nave gigantesca con un diseño arquitectónico asombroso: Llegamos a la T4! Es gigante, los cielos de esta estructura estan decorados con una especie de páneles lobulados que forman una retícula lineal y armónica y acompañan las inmensas soledades de los pasajeros en tránsito hay escaleras electricas, ascensores y cintas transportadoras que acortan las enormes distancias de la diáfana terminal.
Subimos y bajamos ascensores, tomamos un tren y 15 minutos después llegamos a otro punto a recoger las maletas. Mientras esperábamos, fuí al baño por primera vez en España, recuerdo haber entrado con reserva y haberle sonreído a una chica que había dentro, sería normal sonreír a alguien en el baño? No dejo que mis pensamientos se enreden en semejantes cavilaciones y regreso al punto de las maletas, mi marido no para de sonreir, llegó el momento! 

Al fondo, una puerta se abre y se cierra sin parar, por ahí salen los pasajeros y delante están quienes los esperan, "Están ahí, a mi madre parece que le va a dar algo!" me dice J. Caminamos hacia la puerta con nuestro carrito de maletas, la mirada de asombro y recelo de la bebé y los ojos de escuela de mi morena. Se asoman muchas caras familiares y sonrientes y de repente alguien salta a nuestro encuentro.

Todos y sus grandes sonrisas. Una gran pancarta dándonos la bienvenida, un letrero que indicaba que el "modo español había sido activado", lágrimas de alegría, sonrisas y abrazos, muchos besos (que en España son dos) y calor de familia. Así fué nuestra llegada al viejo mundo y a la nueva familia que nos esperaba. No podría estar más agradecida.
 
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