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sábado, 18 de enero de 2014

Las palabras y el frío.

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Calefactor, caldera, brasero, calefacción, "calefa", abrigo, rasca, lumbre, brasero de picón, ascuas, chimenea, rebeca, jerséy, calcetines y medias. Mantas, cubrecama, franela, bufanda, lana. "Calentito", "A gustito". Neblina, lluvia y "mea mea". El gris y los azules. 
Ya no me gustan las mañanas, no las de invierno, con sus largos amaneceres después de las 8:00 a.m. y su piso frío Tampoco me gusta estar en la cama y tener que evitar sus confines helados, fuera del área que calienta mi cuerpo. Tener que ir corriendo al baño, encender el calefactor y después de la valiente incursión a la helada estancia fuera del lecho, volver a meterme en las cobijas por lo insoportable del frío no tiene presentación. En estos ires y venires se pasa por lo menos una hora antes del momento baño. 

El momento baño es otra cosa, el calefactor deja el baño calentito y listo para entrar a la ducha,con agua caliente y bajo la cual podría quedarme el día entero. Aquí usan jabón líquido para manos, para el cuerpo, otro para partes íntimas, cada uno con su olor y su densidad, yo no me apaño muy bien con esos jabones y prefiero seguir usando una barra de jabón como en Colombia. Shampoo, acondicionador y dibujitos en el espejo empañado con el vapor. El momento baño es mi momento. 

No ha sido fácil, el frío no suele ser un visitante agradable y menos para mí, que adoro madrugar y andar descalza por la casa, abrir la ventana y tomar del día lo bueno y fresco de la mañana. El frío me encierra, me atrapa y me deja metida en la cama más horas de las que puedo permitirme, más horas de las que realmente quiero estar acostada. Ya no me gustan las mañanas y tampoco andar descalza. 

Me gusta el medio día (que odiaba cuando vivía en Colombia por el letargo post-almuerzo, el sol inclemente y extremo calor) y me encanta todo lo que supone la puesta en escena de la comida, servida al rededor de las dos de la tarde, el primer plato, el segundo y el postre, la sobremesa en el brasero -un calefactor manual o eléctrico ubicado debajo de la mesa (generalmente redonda) cuyo calor es protegido debajo de manteles y faldillas donde los comensales/visitantes ubican sus pies y calientan sus almas-  hasta el cafetito de las 5.00 p.m. Si se logra escapar del brasero y su adormecedor calor, un paseo vespertino de cara al frío nos recuerda que estamos vivos.
Los abrazos son largos para pasar el calor; los "juntitos" y las sobremesas eternas al rededor de la lumbre y al calor del brasero. La siesta acompañándonos "a gustito" después de la comida y el café calentito de la tarde. De las mañanas, aunque suene contradictorio, el regreso debajo de las mantas a hacer cucharita, robándole horas al día en compañía de mi as de copas es un mágico y agridulce descubrimiento. Después de todo, creo que poco a poco, el frío invierno de Talavera me vá gustando. 

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